Los niños no se mueren de ocho a tres

Los niños no se mueren de ocho a tres
Resumen generado por IA
El artículo reflexiona sobre la amonestación a un pediatra por atender a una niña fuera de su horario laboral, destacando la dedicación de muchos profesionales de la salud que van más allá de sus responsabilidades. Se mencionan ejemplos de médicos que ofrecen apoyo constante a las familias de pacientes terminales, brindando consuelo y dignidad en momentos difíciles.
Este resumen ha sido generado automáticamente por inteligencia artificial y puede contener imprecisiones.
No conozco a Jesús Sánchez Etxaniz, el pediatra del hospital de Cruces en Bilbao que ha sido amonestado por atender a una niña moribunda en su tiempo libre, pero he conocido a un puñado de colegas suyos con una entrega y un compromiso idénticos. He conocido a pediatras oncológicos y a paliativistas que dan su teléfono privado a las familias de los niños en fase terminal para que les llamen a cualquier hora del día o de la noche. He conocido a doctoras que, tras una jornada agotadora, se despiertan a las tres de la mañana y llaman al hospital para preguntar por el estado de su paciente y cambiar pautas y dar consejos. He conocido a profesionales que llevan su vocación y su servicio muchísimo más lejos de lo que las cláusulas de su contrato o su plaza de funcionario les exigen, y gracias a ello, los padres quienes hemos sostenido a nuestros hijos en brazos mientras morían encontramos apoyo, seguridad y cierto consuelo, y nuestros hijos recibieron dignidad.
¿Qué impacto puede tener esta noticia?
Desgaste profesional y emocional en el personal sanitario.
Cuestionamiento de los límites entre la vida personal y profesional de los médicos.
Posible impacto en la calidad de la atención médica y el apoyo a las familias en situaciones críticas.